¡Y cómo tus ojos me gritan:
que yo no estoy llorando!
Y ver en la lágrimas que cuelgan de tus mejillas
que ya estás volando a un lugar insospechado, otra vez.
sentir que tus manos me piden:
¡Ayúdame a subir el escalón que me caigo!
Y ver que el lunar clavado en tu brazo sin más,
abrazado a otro trago.
Muero por dentro de verte
tirar para abajo y por no tener fuerza
ni convencerte de que no hay nada malo en llorar y perder,
para luego ganar otra vez.
Y quisiera cogerte de la mano
y empujarte hacia el cielo,
y querer que vuelvas a verte sonreír
frente al espejo otra vez,
el mismo que al despertar cada mañana
no hace mucho tiempo atrás
engalanaba con tu luz al mundo exterior.
Gustavo García Pradillo