Señalaba la dirección del viento y ahora su chirrido indicaba un cambio; oxidada, seguía sin embargo como recuerdo de los tiempos en los que a la iglesia del pueblo acudía la gente.
Gente que se fue yendo hasta dejar allí solo papeles de periódico que el sol amarilleaba y el viento, al que la veleta servía, hacía que volaran en medio de remolinos de polvo gris y fino.
👌
¡Gracias por leer, Marina y por tu comentario gráfico! ¡Abrazo! 🙂 🙂
Cuánta melancolía consigues transmitir con pocas palabras. ¡Enhorabuena, Manolo! Besos