Como cada mañana que llega y cojo mi ropa,
cualquiera, da igual si toda viste color soledad.
salir a la calle sin viento a favor
con los ojos mojados y un nudo al hablar,
tras mis gafas de sol en días nublados,
mi vida va.
La niebla del cigarrillo se espesa al volar
y miro a cada lado y tú no estás,
vuelvo a mirar, de aquí para allá
pero sólo veo siluetas y sombras que me acechan,
me llaman y me dejo llevar
por la fiel tempestad
palafrenera de la peste negra.
Hay veces que he pensado volver a nacer
a un tiempo en el que fui feliz soñando a destiempo,
atrapado en mis silencios.
Ahora sí que sí, ya me puedo morir
al poder respirarte cada día,
sentir el infinito de tu sonrisa
y pasear de tu mano por la acera.
La vida que crees ya no es la que ves
y mientras yo ahí,
buscando estrellas, saber qué hora es,
tener que volver a la realidad paralela
me impide pensar qué es, qué es la vida que vi,
nunca la temí;
pero en ésta, ¿qué nos queda?
Gustavo García Pradillo