Que no pare la música,
que no deje de sonar la ensordecedora fanfarria.
Que se detenga el oscuro silencio que la noche viene anunciando.
Ansiosa noche siempre agazapada,
en busca de víctimas a las que despedazar con tus afiladas garras.
Te alimentas y te sacias de desvelados tormentos de las sombrías almas.
Que no cese la música,
que no me obligue el silencio con su calma
a nublar la mente con oscuros pensamientos
que aislados permanecen en el tiempo y son guadañas.
Que no cesen los truenos, que por lluvia caigan rayos.
Que centellee el cielo y se fundan los infiernos.
Que no se acabe la tormenta
que gima la noche y despliegue sus descontentos.
Que la música no pare,
que el trombo suene bien alto ,
que redoblen los tambores y se agiten las campanas.
Que se apaguen los lamentos con sonidos orquestales.
que no cese el estruendo, que se hunda la desolación.
Que no pare la música
que no quiero silencios que ocultan el llanto.
Que se enciendan los cometas y el firmamento arda.
Que suenen las alarmas de todos los infiernos.
Que no vacile el aire porque el miedo tiembla
que se agolpen en el viento los tormentos antes de que la música muera.
Musicalidad es lo que tiene tu poema, Marina, con un cadencia especial…
Gracias por tus palabras Ana. Besos miles.
magníficos versos Marina, están llenos de ritmo y fuerza
Gracias por tus palabras Luis. Un gran abrazo amigo