Bastará con que no quieras saber de algo, para que la vida se encargue de abofetearte cada día con la fusta de lo que no deseabas saber.
Los errores vuelven una y otra vez a tu cabeza y no paran desasosegándote constantemente, si no has sentido alguna vez esa sensación no sabría si darte la enhorabuena o el pésame, porque nunca sabrás si todo el sufrimiento que vino después sirvió para borrar lo que en su día disfrutaste.
A colación de las horas dedicadas,
y los recuerdos perdidos,
podría decirte que Joan Manuel
se equivocó tanto como su paloma.
No es cierto que la vida de vez en cuando tome contigo café,
porque incluso se queda a vivir contigo,
en períodos cortos eso si.
Sin ir más lejos conocí una vez a alguien,
a quién ahora ya no reconozco,
que la secuestró para mi,
con un simple hilo de ternura,
y la ató a mi muñeca,
hasta que se desinfló como un globo,
al pasar de los días.
Y se quedó, en cada sonrisa.
Mientras su luz nos iluminaba,
se quedó a comer, y a cenar,
desayunó tostadas de tomate con aceite,
y zumo de naranja.
Puede que ahora nos parezca ya lejana
esa vida que como un ocupa
invadió nuestro espacio,
llenándolo de miles de notas y poemas.
Y se entretuvo, maestro Serrat,
e hilvanó caricias y enhebró cuerpos.
Aunque, y en eso si le voy a dar la razón maestro,
un día desapareció con un portazo en las narices
dejándonos como a Cenicienta,
sentados sobre una calabaza.
Pero pasó, y estuvo donde no tenía que estar,
y se instaló en la mirada
esa que después nubló y llovió
hasta ser borrada
con ese portazo que no esperabas.
Y entre portazo y ocupa,
pasa a tomar café,
o se queda un ratico más,
sin depender de otra cosa más
que de sus ganas de jugar.
Vida, vida, vida, vida…
@carlaestasola o sea Juana
Madrid a 1 de Diciembre de 2016 a las 13:30