Escucho ladrar los perros
y los ruidos de la noche
con cautela mis ojos se caen
del sueño de muchos días
oigo ladrar los perros, no puedo sucumbir
a la risa ni a las miradas fértiles
ni a la brisa inerte
parezco una masa fría y poco abundante
invadiendo el universo de los caídos, el problema
es que el problema soy yo, al final todos tienen razón
así que para que contradecirse,
el problema no es el universo que me circunda,
el problema es que mi alma es demasiado finita y pequeña
para os grandes acontecimientos,
estoy en pausa, escuchando el ruido de la noche
terminando el trabajo que a pocos le gustan,
como es la introducción, y en este enorme silencio
puedo escuchar a Dios, como si mi Verdad
se me lo revelará en lo eterno,
oigo las hojas caer, como si el otoño cayera en el Caribe
donde las plantas se parten en dos,
a veces, pensar en una tarea difícil, llena de vaguedades,
pensar en el futuro de mi plato,
o en la sensación del amor, cada vez más lejano,
quisiera escribirle a las brujas y volar con ellas,
tal vez mi espíritu es más ligero,
la verdad es que tengo poco equipaje
y nada que dejar, así que el viaje,
puede concluir en cualquier momento,
en la oscuridad de la noche, o con los primeros rayos del día,
la supervivencia te hace pensar en la muerte o si en verdad
tienes un propósito de vida…
o solo estás batallando contra la miseria humana
y la pobreza mental que tanto abunda en estos días,
la supervivencia te hace pensar que la vida
está llena de claroscuros como si fuera
un inconforme universo o un polvo de estrellas,
perdido en la galaxia, estoy en lo desconocido,
en lo inhabitable, en la vida del día a día,
sólo escucho los perros ladrar
y a Dios en la caridad, en el silencio de la noche.
Karem Suárez