Alguna vez tomé su mano,
suave y resbaladiza,
arrugada y con marcas de cicatrices
habría sido feliz pudiendo extrecharla ahora
Ahora que te comprendo
mejor que nunca,
mujer infeliz, y sumisa
mujer, madre y esposa,
amiga fiel,
tirana por obligación
Obligación que cumpliste
al pie de la letra,
con demasiada dureza a veces
pero desde la mirada aquiescente
en la ternura de la incomprensión
porque nunca conociste libertad
Libertad que te fue estirpada,
por progenitores implacables,
en un hogar de mujeres,
donde el único hombre
aparte del padre,
murió en un seminario
húmedos sus pulmones
Pulmones que apenas destilan
el aire que ella precisa,
todo el que a ti te faltó,
y que empieza a faltarle ahora.
Ahora que su libertad
se vuelve vieja,
o así la reconocen los que la insultan,
pero ella se rebela
y se vuelve no sólo insumisa
se manifiesta,
grita,
desde la piel agrietada
Agrietada su mirada,
quiere levantar el vuelo
más las nubes la atrapan,
remonta a pesar de todos
y sale de su cuerpo mortal
Mortalmente herida
subyace en cada palabra,
sin puntualizar, se le escapan
fuera de control reclama
más nadie te escucha mujer,
solo las letras se quedan,
ellas fieles perlas de un collar
que interminable
engarzas una a una
sobre el hilo de seda de la vida
Vida que exige
olvidarte de ti misma.
Por eso se hicieron las perlas
para la mujer madura,
quizás el frío tacto de su nácar
logre aplacar el fuego interno
que las consume.
Como el hielo en un cóctel
apagando los grados del alcohol.
Es hora ya de ponerse las perlas,
y de guardar silencio.
Más las palabras no quieren callar,
no le obedecen.
Escribe pues mujer
y que el silencio grite.
@carlaestasola
Madrugada del antepenúltimo día de 2017, letras que enfrían corazones en llamas.
Música: Francisco Tárrega – Capricho árabe
Imágen: Internet
¡Que el silencio grite! Besazos enormes, amiga.