Se le nota en la voz,
la vida se contiene
y recuerda el calor
que le daba su gente.
El susurro del viento
no llega a sus pulmones
y se sueña en la playa,
todo es de colores.
El minuto de arena
que tiempo no queda
y baja la mirada
la quiebra se acerca.
Doña guadaña
le espera en la puerta
ni sus brazos ni sus piernas
le ponen problemas.
Y no encuentra persiana
que le sople su noche
sabe que por la mañana
se subirá en su coche.
En cajón de madera
la mirada obstruida
el corazón dolido
la magia perdida.
Y en un rincón
desesperados
sus dos no son más
que ojos morados.
Y llega el final,
no necesito
ser de verdad.
Sólo infinito.
Gustavo García Pradillo