Con calma, como el cielo al cesar la tormenta
En medio de calmas respiraciones miro al horizonte
y me convenzo de que así, es como debe de ser
atados tu destino y el mío por el resto del tiempo
Amarrado el aliento de nuestros corazones
hasta que se apague la última estrella
hasta que la luna se pierda para siempre
muriendo envidiosa de nuestro irremediable amor
De frente al sol que entibia de esperanza mi faz
extiendo delicadamente mis temerosas manos
y me encuentro con tu piel, mientras tiembla
dejándose empapar por el sopor se los vapores que emana mi alma
Sumidos, ahora, sin poder distinguir entre lo real y lo fantástico
Te elevas al firmamento sobre el fin de la cordura
que fugaz desaparece ante el toque sensual de mi piel sobre tu ser
ante el efecto embustero que te bebes a besar el borde carmín de mis labios
Con calma, suspiro recordando los primeros momentos
en que atrevido te acercaste a tomar la suavidad de mi tez entre tus dedos
en que como descarado ladrón invadiste mi espacio sagrado
y abandoné el recato absurdo que vivía dentro de mí
¡Ay de ti! ¡Ay de mí!
Que después de amarnos hasta la última estrella
Quedamos condenados a amarnos hasta la eternidad
a arder sin remedio cuando nos transformamos en un solo ser
sin inhibiciones ni esperas
¡Ay de ti! ¡Ay de mí!
Que somos el fuego que arde por siempre
elevando su efecto a todos los confines
llenando de su fragor hasta lo más eterno de nuestra unión
en la fogata del sortilegio elevado para unirnos sin final
Con calma observo el firmamento
que trae en sus aires la pasión de la que ni el tiempo
ni la distancia, ni la cordura, ni la misma muerte
podrá jamás consumir.