Porque allí morirá mi maldición
el destino me engañó.
Dejar, fue esperar la vida
y acatar la sinrazón.
Aunque sé cómo resistir al tiempo,
dientes de guadaña, sueño perdido,
ese ángel caído que vive en mí.
Mi pena se condena al viento
porque sé quién soy,
venceré los miedos, augurios en calve de sol.
Controlaré al monstruo que sé
que volverá a nacer en mí.
Pero no, no frezaré,
no rezaré por otra identidad,
oigo expirar el último aliento
de mi alegre corazón
y ya no te olvidaré jamás,
quisiera dibujar tu sonrisa
con mis labios en tus labios;
sé que con tu amor
el hechizo se romperá
la bestia que vive en aquí
desparecerá, y volverá a nacer en mí
la razón de vivir.
Con sus alas ala viento
la gárgola anunció,
grita sin parar:
¡Déjame salir, déjame volar!
En el último vagón,
es la última estación.
Soy ese ángel perdido,
nunca caído que busca en el abismo
seguir en el camino.
Gustavo García Pradillo